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Artículo con pretensión de ensayo: sobre recomendar libros

“recuerda que tras de cada libro hay un
ser humano que quiere decirte algo”
Cesar Pavese.


   El mensaje de un libro es una puerta cerrada, uno decide abrirla, entrar o resistirse. Cada vez que se lee esa puerta va instituyéndose en tamaño, forma y sentido. Esa puerta a medida que es pensada, analizada y contextualizada va tomando sentido y nos expone en el mundo. Después de cada lectura uno puede amar u odiar al mundo; puede servirle al mundo o servirse de él. El libro es un objeto escrito por un sujeto que manifiesta su visión del mundo, desde la trinchera que lo ve y cómo lo cree. No es la verdad lo que está escrito en esas páginas que una vez fueron blancas e inocentes, porque ya escritas, son balazos líricos con un serio propósito, al igual que este escrito. El libro por sí sólo no transforma, no hace nada, puede más bien deformarse en las lenguas malintencionadas que, valiéndose del mensaje, se imponen a  los seres humanos para su aprovechamiento material y simbólico; sería además un horror pensar que con publicar masivamente tendremos la sociedad que queremos.  La historia demuestra que el libro ha sido utilizado más para la dominación que para la liberación y autonomía de los pueblos. 
   No es verdad que los libros liberan como tampoco es verdad que conocer gente es tener amigos. Un amigo es una persona que se siente en lo que sientes y te acompaña e impulsa en la transformación de ese sentimiento, o de esa situación material que te coacciona.  Lectura no es leer para hacer precisamente al pie de la letra lo que ahí se explicita, leer es el vínculo personal con la sociedad para ser parte activa del impulso y establecimiento de la armonía social. Un libro encadena o libera.
 Varios amigos se me han acercado alguna vez para formularme la siguiente pregunta: ¿Qué libro me recomiendas leer? Cuándo empecé a escribir respondía con mucho entusiasmo los libros que había acabado de leer, o el que leía en ese momento para no quedarme sin respuesta. Después, ya no sabía que responder porque los libros que recomendaba no gustaban y no entendía como esos libros que me sorprendieron tanto no gustaban. Asumí no recomendar más, puesto que la lectura es un acto de gusto personal. Hace algunos días un amigo me insistió tanto que terminé por decirle algunos títulos, no sin antes advertirle: piensa que ese libro que te recomiendo es un amigo mío, y para mí es especial, pero eso no significa que ese amigo mío y tú, que también eres mi amigo, logren ser buenos  amigos. Me miró contrariado.
Me di cuenta que los libros son parte de uno, de nuestro pensamiento, de nuestra aptitud. Que la amistad que nace con el libro después de leerlo es misteriosa, y que uno nunca sabe hasta que sentimiento será trasmutado con cada lectura. A uno los lleva a la política, a la religión, a la poesía o a incrementar su capital.
El poeta detestable, el científico despiadado, y los profesionales cretinos y cínicos leen mucho; porque no siempre la lectura es buena, también el que creó la bomba nuclear leyó mucho. La lectura es tan peligrosa como no leer, todo depende de dónde se aborden ciertas lecturas, el para qué leo.

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